Se acerca San Valentín!!!!! No le regales una estrella!!!!!

Sí, no lo negaré. Es muy tierno y romántico y todas esas cosas. Ver el cielo y decirle —Por ahí está tu estrella, Josefina—. Y Josefina, con aire de impresionada al ver su estrella, sin saber a ciencia cierta si esa estrella sigue existiendo, por mucho que todavía nos llegue su brillo.

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Aquí tenéis el Sol, también conocido como Luisa… Es una broma, evidentemente, pero no hay más que buscar en Google para ver lo fácil que es «comprar» una estrella.

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Y no hace falta más que ver como se los gastan algunos. Una estrada bonita:

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Y luego ZASCA!!!!

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Aquí tenemos precios desde tontos a muy tontos que se creen que comprar una Supernova es «La estrella más luminosa del cielo». Vamos a ver, una Supernova es cuando una estrella que ya ha quemado todo su combustible en vez de apagarse y morir sin hacer ruido, debido a su densidad, pega un petardazo de la hostia (sin sonido, que en el cielo no hay sonido). Debido a la explosión se ve una gran iluminación en la que se vuelven a repartir trocitos de polvo de estrella listos para volver a construir con el paso de millones de años nuevas estrellas o nuevos planetas.

Y los precios suelen ir por ahí por ahí…

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Como veis aquí no se flipan con las Supernovas, pero en las dos listas de precios hay una cosa curiosa: las estrellas gemelas valen más que las estándar, cuando según parece hay más estrellas binarias, ternarias, cuaternarias o de cinco o más estrellas que estrellas simples.

Pero vamos a lo que interesa:

¿Si compro una estrella, realmente me pertenece?

NO

Como ya vimos en el artículo anterior, el encargado de poner los nombres a las constelaciones «que ya no hay más» y a las estrellas es el mismo, la Unión Astronómica Internacional (UAI), y no van a cambiar el nombre tan práctico de ALFA CENTAURI A y B «sí, son dos estrellas, un sistema binario» o el de HE 1523-0901 por el incomprensible nombre de Laura. Seamos serios…

Así que la resolución de todo esto es que hay mucho estafador que se aprovecha de la ignorancia de la gente y vende cosas que no puede vender. Vistos los precios, por 50€ os vendo una constelación si queréis. Os doy un pedazo diploma que no servirá de nada, como los otros, y encima os ahorráis unas perras.

Lo dicho, difundid el mensaje para que la gente no se deje engañar por este tipo de fraudes que, aprovechándose del romanticismo de la gente, no sirve absolutamente de nada.

La memoria y nuestro YO.

El otro día leyendo un artículo sobre el cerebro, de Gary Marcus, Director del Centro de Lenguaje Infantil de la Universidad de Nueva York, me vino una inquietante sensación de desasosiego. Algunas cosas las conocía, pero algunas no, y esas me hicieron plantearme unas ciertas preguntas.

Nuestra memoria no es infinita ni mucho menos. Aquello de que el saber no ocupa lugar es completamente falso. Sí lo ocupa. Aunque eso no signifique que no tengamos una increíble capacidad de almacenamiento.

Vamos a ir por partes y a grandes rasgos lo que yo tengo entendido. Si alguien ve que estoy equivocado por favor, que me lo diga.

cerebro 400x327 - La memoria y nuestro YO.
¿Cómo funciona nuestro cerebro?

 

Tenemos varios tipos de memoria. Las más importantes son la Memoria de Largo Plazo, la Memoria de Corto Plazo y la Memoria de Trabajo.

La memoria de trabajo o memoria operativa es la consciente que permite a tu cerebro trabajar en el presente. Cuando te dan un número de teléfono y lo apuntas están trabajando con memoria de trabajo u operativa. Después de su uso, puede pasar a la Memoria de Corto Plazo o a la Memoria de Largo Plazo. Cuando recuperas información de tu memoria de largo plazo y la utilizas, en ese momento se convierte en memoria de trabajo.

La memoria de corto plazo se considera a los hechos recientes que todavía no han sido eliminados o movidos a la memoria de largo plazo. Se suele corresponder con unas 20 ó 24 horas siempre que descansemos bien. Aquí es donde incluimos qué cenamos ayer o a qué hora llamamos a alguien anteayer. Recordamos mejor los hechos conscientes, así que actos que se hacen en modo automático y a los cuales no les prestamos mucha atención «quizá por rutina, quizá por estar prestando atención a otra cosa» se suelen olvidar. Así, es más fácil recordar a qué hora se llamó por teléfono, que requiere un acto consciente que quizá recordar lo que comiste si lo hiciste mientras estabas por otras cosas o la comida no la habías preparado tú.

De todas maneras en nuestra percepción de las cosas nuestro subconsciente va creando huellas mnémicas, tales como el aroma, la temperatura, sonidos, imágenes, canciones… Esas huellas mnémicas pueden guardarse junto al recuerdo si pasa a la memoria de largo plazo o pueden eliminarse junto al recuerdo. ¿Quién no ha recordado una vieja escena a la perfección a través de una canción? Quizá de vuestra canción. Al sonar, irremediablemente el recuerdo aboca al presente de manera inmediata. O un olor… una fotografía… Eso son huellas mnémicas.

Y por fin la más interesante para mí: La memoria de largo plazo. Es innegable que es capaz de albergar muchísima información. El problema es que somos nefastos a la hora de recuperar dicha información. En un ordenador la información está bien guardada con un índice que permite acceder a la información de manera inmediata porque se conoce donde está alojada. Nuestro cerebro no funciona así desgraciadamente. Se podría decir que tenemos la mejor biblioteca del mundo con la peor bibliotecaria.

Una de las cosas que me llamó la atención del artículo era que tendemos a recordar mejor las cosas que encajan con nuestras creencias que aquellas que las contradicen. Tal como él dice:

«Somos más proclives a recordar la información que concuerda con nuestra propia posición personal que la que se aparta de ella.»

Nuestra memoria dista mucho de ser perfecta. Nuestro estrés puede borrar recuerdos, a veces somos incapaces de reconocer a alguien fuera de su contexto «lo conozco, pero no sé de qué», tener palabras en la punta de la lengua y no querer salir, errores en las declaraciones de testigos que han visto el mismo suceso y cada uno lo ve de manera distinta… E incluso es capaz de crear verdades a raíz de mentiras. Es sabido que hay gente que a partir de una mentira la ha convertido en verdad pudiendo pasar todas las pruebas de detectores de mentiras. Gente que recuerda sucesos que jamás ocurrieron. También se han dado casos de plagios involuntarios. Algo que hemos visto, leído u oído con anterioridad… y después, sin querer, hemos empezado a crear con dicho material pensando que es nuestro. Como músico aficionado me he llevado muchos chascos de este estilo…

Recuerdo también un experimento en el que pasaban unas imágenes a un grupo de veinte personas a la vez y pedían la descripción de una persona que había salido en las imágenes. El problema era que el experimento solo se hacía sobre un sujeto, y los otros diecinueve aportaban datos para confundirlo. Al final, la imagen que el sujeto dictaminó estaba completamente manipulada por la información que entre sus «compañeros» de experimento habían manejado.

— Tenía barba.

— Yo no lo recuerdo con barba.— decía el sujeto.

— Si, si que tenía barba.— decía otro del grupo.

— Pues yo diría que no.— volvía a insistir el sujeto.

— Segurísimo.— volvía a insistir otro del grupo

«Un rato después…»

— Pues puede ser que si tuviera. Ahora que lo decís, si que me suena.— acaba reconociendo el sujeto.

Todo esto ya lo conocía, pero lo que me llamó la atención fue lo de recordar nuestras creencias por encima de las otras. Esto viene a decir que nuestra subjetividad se ve agravada por esta circunstancia. O lo que es lo mismo, cada vez somos más subjetivos y reacios a contrastar nuestras creencias.

Después de estas deducciones lógicas algo me hizo todavía aterrarme más. ¿Qué pasaría si alguien reforzara esas ideas o creencias nuestras? ¿Nos volveríamos más radicales?

Rápidamente me vino a la cabeza como no podía ser de otra manera Facebook y Google. Si alguien sabe lo que nos gusta, sin duda son ellos. La información que me llega es cada vez más sesgada por un patrón. Por mí patrón. Lo que a su vez quiere decir que guardaré información sobre cosas que me gustan y las recordaré de la misma manera. Pasando de la subjetividad más o menos sana a un radicalismo insano. Y más si tenemos en cuenta de qué manera manejan la información los medios de comunicación.

Nuestro cerebro sigue siendo un misterio, pero si lo comparamos con un ordenador también podemos hacer el símil de pensar que tiene muchos fallos de seguridad. Fallos que muchos especialistas de la comunicación conocen y ponen a disposición del mejor postor para manipular con destreza y sin que apenas nos demos cuenta.

 

El principio de mediocridad. O el «no somos nadie»

Edge.org es una revista científica electrónica que entre sus apartados sobresale «la pregunta del año«. Después se recogen todas las respuestas de toda clase de científicos y lo publican en un libro.

Así, sin querer, me encontré yo con el libro relativo a la pregunta del año 2011:  «¿Qué concepto científico podría venir a mejorar el instrumental cognitivo de las personas?» Y de esa pregunta salió el libro: Esto le hará más inteligente: Nuevos conceptos científicos para mejorar su forma de pensar.

Grandes científicos de todo el mundo y áreas, explicaban lo que para ellos era el concepto científico que toda persona debería conocer.

Captura 145 270x400 - El principio de mediocridad. O el "no somos nadie"
Esto le hará más inteligente.

La respuesta del biólogo P.Z.Myers de la Universidad de Minnesota me sorprendió bastante: «El principio de mediocridad»

El principio de mediocridad sostiene simplemente que no es usted especial. El universo no gira en torno a su persona; este planeta no cuenta con ningún privilegio singular; su país no es el resultado perfecto de una secuencia de designios divinos; su existencia no se debe al influjo de un sino orientador e intencional; y ese emparedado de atún que se ha comido en el almuerzo no forma parte de una conjura pensada para producirle una indigestión. La mayoría de las cosas que suceden en el mundo son simples consecuencias de las leyes naturales, leyes de carácter universal, puesto que se rigen en todas partes y atañen a la totalidad de lo existente, sin que haya excepciones especiales ni amplificaciones que redunden en su beneficio personal (y siendo además la diversidad de la intervención del azar). Todo cuanto usted, como ser humano, considera investido de una importancia cósmica es un accidente.

Yo, todo esto lo considero algo natural porque me considero una persona que basa sus ideas en lo que conozco y comprendo de la ciencia. Pero evidentemente hay quien no lo ve así.

Estaría muy bien que lo tuvieran en cuenta todos los sectores religiosos. Todos los que invariablemente sean de la religión que sean, se creen superiores al resto. Todos que ven en el ser humano la pieza escogida por un dios, despreciando de esa manera a cualquier otro animal de la naturaleza o incluso apartando a las mujeres de ese «estatus» superior.

También a los patriotas que desprecian a los que no son como ellos, creyéndose que son mejores que los demás. Con el claro ejemplo de Hitler y su genocidio. Nunca he entendido a la gente que dice que está orgulloso de ser de un país. Da igual cual sea. Para mí el orgullo es algo que se consigue al haber alcanzado una meta, no por una simple casualidad. El nacimiento en España, en Dinamarca o en Nigeria no es una opción, no es una elección. De todos los millones de espermatozoides, uno de ellos, tú, fecundaste el óvulo de tu madre. Y ya está. No hay ningún acto de orgullo en nacer aquí o allí.

Puedo entender el orgullo por haber conseguido sacarse una carrera, por haber encontrado un buen trabajo o por haber vencido al miedo y presentarte a esa chica a la que miras desde hace horas. Pero el orgullo sin esfuerzo para mí se llama arrogancia.

A veces va bien poner los pies en el suelo y reconocer esa mediocridad. Saber que no somos nadie. Somos animales con un avanzado estado de conciencia que ha sido capaz de crear unos sentimientos que se ven recompensados a través de las relaciones sociales. Somos capaces de lo mejor y de lo peor, pero animales al fin y al cabo.

Pero no todo tiene que parecer triste. La vida, tal y como la conocemos, sigue aquí y debemos aprovecharla. Si hay oportunidades hay que ir a por ellas y no por el simple hecho de reconocer que no eres especial tienes que sentirte abatido. Eso te pone a la misma altura que el resto de tu especie, pero con tus propias particularidades derivadas de los genes y del entorno social. Así pues, no dejas de ser único en tu especie. Eres igual… pero distinto.